9 de Julio de 2013 a las 23:03
Conferencia pronunciada por el Dr. Javier Garin en el Salón Presidente Perón de la Legislatura de Buenos Aires, el 8 de julio de 2013, en panel compartido con la Directora del Museo Histórico Nacional Aracelli Bellota y el historiador Hugo Chumbita, con el acompañamiento musical de Horacio Fontova, por iniciativa de los legisladores Gabriela Alegre, Juan Cabandié y otros).
Buenas tardes a todas y a todos:
Agradezco la invitación formulada por los señores legisladores, la presencia de todos ustedes y el hecho de compartir este panel con excelentes historiadores. Y felicito a los organizadores por la iniciativa.
1) NO HAY HISTORIA NEUTRAL. LA HISTORIA ES UN CAMPO DE DISPUTA.
La Historia, siempre lo decimos, no es un entretenimiento de eruditos, sino un campo de disputa en la batalla cultural que se libra en todas las épocas y en todas las sociedades. El pasado interesa porque se proyecta en el presente, porque contribuye a formar -o deformar- una conciencia colectiva, y porque nos obliga a examinar los legados y desafios que ese pasado nos dejó. No hay historia neutral: siempre se escribe desde una perspectiva, respondiendo a visiones e intereses concretos y actuales.
La Historia que durante décadas nos enseñaron y dimos por válida no fue otra cosa que un gran instrumento de lavado cerebral para crear una mitología que justificara el estado de postración colonial del país, el predominio de la oligarquía, la dominación británica o estadounidense, la fortaleza del Partido Militar, la política de aislamiento de Argentina respecto del resto del continente sudamericano, el racismo hacia los indígenas y los negros, el prejuicio contra la "chusma" del pueblo, la admiración cholula por todo lo extranjero y la consiguiente denigración de todo lo autóctono. Fue una "Historia" elaborada para afianzar un cierto tipo de sociedad, de pensamiento y de poder.
Y en esa historia mitificada, un personaje como Juana Azurduy estaba excluido por varios motivos: porque era mujer, porque portaba sangre mestiza, porque era pueblo, porque era altoperuana, porque era guerrillera, porque era revolucionaria.
Pero hoy ese andamiaje de mentiras que llamamos "la historia oficial" está en crisis. Y es un signo venturoso de estos tiempos que empecemos a debatirla y contradecirla. A revisitar al pasado desde una nueva perspectiva: nacional americanista, popular y democrática, poniendo hoy sobre la mesa lo que se habían ocupado de arrojar debajo de la alfombra.
2) JUANA AZURDUY, CASTIGADA POR MUJER
Hace poco estuvimos en Salta junto a Aracelli Bellota y Hernan Brienza con motivo del Bicentenario de la Batalla de Salta, para hablar de las mujeres en la emancipación. Y justamente hablamos, entre otras, de Juana Azurduy. Pero aunque notable, no fue la única ni mucho menos.Hubo miles y miles de mujeres que participaron de la gesta de la emancipación, algunas como guerreras, otras como espías, algunas acompañando a los ejércitos, otras sosteniendo la retaguardia, algunas luchando abiertamente, otras colaborando en la resistencia popular.
Porque LA REVOLUCION SE HIZO TAMBIEN CON MUJERES. Y, triste injusticia, se hizo con mujeres, pero no para ellas. Cuando la Revolución quedó atras y las necesidades de la guerra de emancipación pasaron, la mujer fue sometida nuevamente a las cadenas patriarcales de la sociedad colonial. La mujer no se benefició, desde el punto de vista del género, aunque luchó por la Revolución junto al varón. La Igualdad, ese santo dogma que invocaban nuestros próceres, no comprendía ciertamente la igualdad de género. Y cuando se escribió la "historia oficial" -en la segunda mitad del siglo XIX-, eran tiempos en los cuales Velez Sarfield consagraba en el Código Civil el sometimiento de la mujer a través de las leyes.
Entonces, era comprensible que en esa historia oficial Juana Azurduy no existiera.
Este destino de olvido lo compartíó con otras mujeres notables, como Manuelita Saenz, esa gran americana, guerrera como ella, partícipe como ella en numerosas batallas, a quien la historiografía machista llamaba desdeñosamente "la amante del Libertador Simon Bolivar", contradiciendo a Bolívar que le había dado el título de "Libertadora del Libertador", porque Manuelita le había salvado la vida, lo había acompañado en todos los peligros y lo había protegido de sus enemigos.
Y fue el mismo destino de olvido que cubrió a esas otras miles de mujeres anónimas, generalmente mestizas, que participaron de las multitudinarias guerrillas contra el invasor colonial.
3) CASTIGADA POR ALTOPERUANA:
La Historia mitológica que nos enseñaron intentó justificar la política de aislamiento que la oligarquía impuso respecto de los restantes pueblos americanos, de acuerdo con la política británica del "divide y reinarás".
Así nos inculcaron colosales mentiras en aras de un supuesto nacionalismo localista. Basten unos ejemplos: hasta hoy seguimos repitiendo que la Bandera nacional creada por Belgrano era para Argentina, cuando el propio Belgrano claramente dijo a sus soldados que era la bandera de América del Sur. Hasta hoy hablamos de "Independencia argentina", cuando la declaración del Tucumán proclama la de las Provincias Unidas en la América del Sur. Hasta el día seguimos diciendo que nuestra Revolución se inició el 25 de mayo de 1810,aunque en realidad comenzó un año antes, el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. Y hasta hoy seguimos llamando al Ejército de Castelli y de Belgrano "Ejército del Norte", aunque su nombre oficial era "Ejército auxiliar del Alto Perú", pues el territorio en que operaba no era el Norte de nada: el antiguo Virreinato llegaba hasta el Lago Titicaca en el Perú y hasta la laguna Merim en el Brasil, y por tanto lo que hoy llamamos Norte, era en realidad el centro de nuestro pais. Pero la política que luego triunfó fue la de Rivadavia y la burguesía comercial porteña, que quería sacarse de encima el Alto Perú porque no lo podía controlar. Y los continuadores de Rivadavia, cuando escribieron la historia, empezaron a hablar de frontera norte donde no había ninguna frontera, y a considerar "extranjera" la tierra altoperuana que siempre había formado con nosotros una unidad.
Ya en esa primera Revolución, luego sangrientamente reprimida, de Chuquisaca -la antigua ciudad universitaria donde estudiaron hombres como Castelli, Moreno y Monteagudo-, Juana Azurduy y su esposo Manuel Asencio Padilla, colaboraron desde el pueblo, en estrecho contacto con otro hombre que más tarde sería tambien un caudillo de la guerra de guerrillas: el comandante Antonio Alvarez de Arenales, mientras Monteagudo, con apenas veinte años, agitaba al pueblo, y Lemoine rajaba la campana de la Libertad convocando a a la rebelión.
Pero no se menciona en nuestra historia que la Revolución se inició en Chuquisaca porque, claro, pretendemos que empezó en Buenos Aires. ¿Cómo vamos a reconocer que sus orígenes estuvieron en lo que hoy es Bolivia, país desdeñado por motivos racistas?
Lo peor de la guerra revolucionaria tuvo lugar, allí, en el Alto Perú, la tierra que más sufrió los embates bélicos, las invasiones y las masacres. Fue tan cruel la guerra de guerrillas altoperuana que de los 105 caudillos que participaron en ella, solo sobrevivieron nueve.
Fue en esa guerra de guerrillas donde sobresalieron caudillos populares como Camargo, Warnes, Arenales, Manuel Asencio Padilla y su esposa Juana Azurduy. Cada uno con miles de guerrileros mestizos o indios como seguidores, luchando en total inferioridad de armamentos, enfrentando a veces a las tropas coloniales con hondas, macanas y lanzas improvisadas, dieron una lucha sin cuartel a las fuerzas de la opresión. Cuando los revolucionarios caían prisioneros, eran torturados sin piedad, asesinados, o clavadas sus cabezas en picas, como sucedió con el propio Padilla, cuya cabeza Juana se vio obligada a rescatar para impedir que quedara como trofeo del enemigo.
En esa guerra de extrema crueldad fue donde Juana hizo sus mayores servicios a la causa de la Independencia americana. Perdió su marido, su hacienda y cuatro de sus hijos, que sucumbieron a la peste mientras se escondía en pantanos infectos de sus enemigos.
En su tiempo fue reconocida por el gobierno que le dio grado militar, por Belgrano que le legó su sable, por Bolivar que la ascendió y le acordó una pensión. Pero algunos de los oligarcas realistas contra los que combatió fueron los que luego, una vez independizado el Alto Perú, se apoderaron del gobierno de la nueva república. Y los historiadores argentinos dejaron de reconocerla por considerarla "extranjera". Murió pobre y olvidada, a los 82 años, otro 25 de mayo, mientras se escribía la historia oficial, y Mitre, el padre de nuestra historiografía, calificaba a las grandes luchas del Alto Perú, de manera peyorativa, como "republiquetas". Padilla y Juana Aazurudy eran para Mitre, la "republiqueta de Laguna".
4) CASTIGADA POR MESTIZA
Cuando se escribió la Historia Oficial, la oligarquía estaba empeñada en una guerra de exterminio contra los indios. Había que matarlos para quitarles las tierras. Y para ello había que denigrarlos. Entre otras cosas, era necesario ocultar o disminuir el papel que los pueblos indígenas americanos jugaron en la liberación de este continente mayoritariamente indio o mestizo. Era preciso ocultar el pensamiento indigenista de nuestros próceres: ocultar que Belgrano emancipó a los indios de las Misiones Y que la Primera Junta instruyó a Castelli para que se ganara la simpatía del elemento indígena reconociendo sus derechos.
Otro 25 de mayo, en 1811, Castelli -personaje tambien menospreciado, cuya estatua, como organizador de la Revolución de Mayo y jefe político de los jacobinos, debería estar frente al Cabildo y no arrumbada en un rincón de Plaza Constitución- hizo leer a Monteagudo, frente a las tropas y a los pueblos indígenas, la famosa proclama de Emancipación. En ella se los liberaba de toda servidumbre, de la mita, de las encomiendas, se les reconocía el derecho a acceder a cargos públicos, a la educacion bilingüe, a nombrar representantes al Congreso, a la propiedad de las tierras.
Entre los dirigentes altoperuanos más cercanos a Castelli se encontraban precisamente los esposos revolucionarios Manuel Padilla y Juana Azurduy. ¿Y cómo no identificarse con esta política de emancipación, si Juana había nacido el mismo año de la gran sublevación de Tupac Amaru II y ella misma llevaba en sus venas sangre indigena?
Pero a los indios nuestra historiografía estaba decidida a borrarlos hasta del recuerdo. Ya Joaquin V. Gonzalez advertía que Mitre había cometido una gran injusticia al calificar de "simple montonera" la rebelión de Tupac Amarú que hizo temblar el Imperio español. En el ocultamiento del aporte indígena y del indigenismo declarado de nuestros revolucionarios, era lógico que tambien cayera como víctima la memoria de Juana Azurduy.
5) UNA ESTATUA PARA JUANA
Por estos y otros motivos de peso es que debemos reparar la injusticia histórica que condenó a Juana Azurduy a un lugar marginal, y honrar en ella no sólo su memoria individual sino la de las mujeres, los altoperuanos, los indígenas, quienes pelearon tambien por la emancipación continental, reivindicando el ideal de igualdad y hermandad de todos los pueblos de América del Sud, que conforman un sólo pueblo, hoy dividido por fronteras artificiales.
Me recomiendan no hablar de Colón, pero no puedo dejar de mencionarlo. Cuando discutimos de símbolos, discutimos de elementos formadores de nuestra identidad y de nuestra mentalidad. Disculpen si hay aquí un defensor de Colón, pero la verdad es que el monumento a Colón debería ser reemplazado por el de Juana, no por capricho del revisionismo, sino para contribuir a conformar una conciencia nacional latinoamericana y antiimperialista al colocar a esta gran luchadora frente a la Casa de Gobierno de la República.
Colón es hasta tal punto la representación máxima del sometimiento de América a Europa que llamamos "Colonia" a la dominación extranjera y "colonización" a los procedimientos político-militares empleados para oprimirnos.
Por tal razón es que muchos líderes latinoamericanos propugnan, como Evo Morales, la "descolonización del pensamiento".
Con otras palabras, pero con el mismo concepto, impulsaba Monteagudo hace doscientos años la liberación de los cerebros. Decía que la colonización comienza por la mente, cuando el sistema de opresión logra que los pueblos oprimidos piensen de sí mismos con las ideas del opresor: cuando caen en la autodenigración, cuando pierden la autoestima, cuando se deshacen en vanas admiraciones por lo extranjero y menosprecio cipayo de lo propio. Así es cómo nos dominaron. Y de esas cadenas mentales debemos liberarnos, reemplazando los símbolos del pasado por otros nuevos.
Monteagudo no hablaba de "batalla cultural, pero pregonaba "la guerra a muerte contra los principios góticos", que eran las ideas que los españoles habían inculcado a los americanos para dominarlos más fácilmente.
Hoy estamos frente al mismo dilema de nuestros próceres: trabajar por la verdadera Independencia de la patria americana. Hoy, como entonces, debemos reconocer nuestros orígenes y unirnos con aquellos de quienes las fuerzas imperiales nos separaron, porque, al decir de Perón: "una Latinoamérica desperdigada no se podrá defender, nos robarán las cosas por teléfono".
Por eso, felicito a los organizadores por esta reivindicación más que oportuna de Juana Azurduy, un 8 de julio, antes de celebrar el día de la Independencia, para que reflexionemos por la segunda Independencia que aun debemos conquistar, teniendo como inspiración a esta gran mujer.
¡Abajo Colón, arriba Juana, y Viva la Patria!
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Javier Garin es autor de: "MANUEL BELGRANO, RECUERDOS DEL ALTO PERU", "MANUEL POPULAR DE DERECHOS HUMANOS", "EL DISCIPULO DEL DIABLO, VIDA DE MONTEAGUDO" Y "PRÓCERES ARGENTINOS POR LA PATRIA GRANDE". CONTACTO: 155-990-9876