por Manuel Freytas (*)
Controlados por las corporaciones trasnacionales, y
despojados de su condición de “bien social”, el agua potable y los
alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por
la especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las
hambrunas y conflictos sociales que ya empiezan a desarrollarse por todo el
planeta. En este contexto, se plantean diversos escenarios de guerras futuras
por el control de las fuentes de estos recursos estratégicos esenciales para la
existencia humana.
En la realidad, la fuente y producción de alimentos y la
industrialización del agua potable está fuera de la órbita del control estatal
de los gobiernos.
Esos recursos esenciales para la supervivencia humana están
supeditados a la lógica de rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con capacidad
informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel global, y con
protección militar-nuclear de EEUU y las superpotencias.
Según la ONU, el aumento del consumo de agua, causado, entre otras
razones, por el auge demográfico y la movilidad geográfica de la población, la
aparición de nuevas necesidades y la creciente demanda energética, hace, junto
al calentamiento global, que las reservas de agua en el
mundo disminuyan.
Según el organismo internacional, alrededor de 1,5 millones de niños menores de cinco años mueren anualmente a causa de
enfermedades relacionadas con consumo de agua no potable y malas condiciones
sanitarias.
La resolución dice que unos 884 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso al agua
potable y más de 2,6 millones viven en
condiciones sanitarias no adecuadas.
Asimismo, el documento adoptado en la
ONU establece que el acceso al agua potable y el saneamiento son derechos
fundamentales básicos, claves para la vida del hombre.
En ese escenario, la industrialización y comercialización del agua
potable, así como la producción y comercialización de alimentos no está
supeditada a la lógica del “bien social”, sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.
Al iniciarse en Guadalajara, México, una conferencia técnica sobre la
biotecnología agrícola, Pat Mooney, director ejecutivo del Grupo ETC de Canadá,
dijo al diario La Jornada que lo único que le interesa a las multinacionales del sector es
obtener ganancias.
El experto señaló que las transnacionales nunca se interesaron en la
alimentación de los pobres, debido a queno representan un
mercado.
Controlados por las corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición
de “bien social”, el agua potable y los alimentos se convierten en
mercancía capitalista con un valor fijado por la especulación financiera,
convirtiéndose en la causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que
ya empiezan a desarrollarse por todo el planeta.
En este contexto, se plantean diversos escenarios de guerras futuras por el control de las fuentes de estos recursos
estratégicos esenciales para la existencia humana.
De acuerdo con muchos expertos, el marco totalizado de la “gran guerra”
que se avecina será por el control del agua potable y alimentos.
Esta es la tesis que desarrolla un reciente informe elaborado por
el ejército canadiense, titulado “El
contexto de la futura seguridad 2008-2030″, donde adelantan
algunas iniciativas para amortiguar o controlar parte de lo que ya se prevé que
va a ocurrir.
“Las Fuerzas Armadas se están
preparando para responder a los cuatro rincones del planeta, debido a las
guerras regionales y eventuales hechos violentos por la competencia de los recursos
naturales. Las futuras operaciones militares debidas a la multiplicación de motines provocados por el hambre darán lugar a intensos combates”, señala el documento militar
canadiense.
Según el informe, entre los numerosos factores de desestabilización del
planeta para los próximos años, el impacto ambiental ocupa el centro de
atención. “En todo el mundo tendrán lugar fenómenos meteorológicos cada vez más
violentos y cada vez más vinculados al cambio climático que exigirán intervenciones militares, desde misiones de
socorro a las víctimas de catástrofes naturales hasta operaciones de
estabilización a gran escala”.
Las fuerzas armadas canadienses
estiman que las futuras guerras entre los Estados capitalistas será por el control de recursos tales como el agua y los alimentos y prevé la peor de las situaciones. El informe proyecta que en países
frágiles económicamente, las luchas internas por el control de los recursos,
será especialmente en forma de guerrillas u hordas armadas organizadas para los
saqueos.
En un lapso de 20 años los problemas medioambientales, así como la
escasez de agua y de alimentos, supondrán un riesgo de
desestabilización en regiones enteras, estima el documento.
“Se prevé que las presiones causadas por las migraciones y los flujos de
refugiados o de personas desplazadas conllevarán a un recrudecimiento de las
tensiones étnicas, religiosas o territoriales, inestabilidad y, posiblemente,
crisis de gobernabilidad en esos Estados”, señala.
Estos resultantes “se darán
principalmente en las zonas costeras, donde habita el 75% de la población
mundial, en especial entre los grupos de personas, los sectores de la economía
y las localidades sensibles a las variaciones climáticas desde el punto de
vista económico o ecológico”.
Según el informe canadiense, los
efectos del cambio climático serán severos y tendrán consecuencias
catastróficas, especialmente sobre el deshielo de los casquetes polares, la
subida del nivel del mar, la creciente desertificación y la disminución del
rendimiento de los cultivos en ciertas regiones (especialmente en África), la
transformación de hábitats, la extinción de numerosas especies y la creciente propagación de
enfermedades tropicales en las zonas templadas.
“El aumento del nivel del mar y el deshielo de los glaciares aumentarán
sin duda la superficie de tierras perdidas, mientras que las infiltraciones
salinas y la contaminación reducirán el acceso a los recursos de agua potable.
La productividad agrícola de África caerá en picada” agrega.
Para los analistas que elaboraron el documento: “La pérdida de tierras
de cultivo debido a la desertificación conllevará una disminución de las
cosechas en un 50%”. Además, “los glaciares del Himalaya desaparecerán sin duda
hasta 2035, lo que privará a 750 millones de habitantes de la región del
Himalaya-Hinde-Kush y China de su fuente de agua potable”.
En junio pasado, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, señaló que la escasez de agua llegó al pico en ciertas regiones del
planeta, debido a que los países desarrollados derrochan este recurso de vital
importancia.
“Una de las causas principales de la
falta de agua es que los países desarrollados gastan dos veces más de lo que
necesitan”, dijo Ahmadineyad durante la conferencia internacional “Agua para la
vida” en Dushambé.
El líder iraní aseguró que “los
países capitalistas provocan problemas con el aguadebido a su conducta incorrecta que causa el cambio climático y la
emisión de gases de efecto invernadero”.
Según Ahmadineyad, el 20% del uso de
hidrocarburos corresponde a los países desarrollados que rechazan invertir en
sus programas de reducción de emisiones y prestar sus tecnologías de producción
de energía nuclear a los países menos desarrollados.
El acceso al agua es obstaculizado
también por la ocupación territorial e infracción de derechos humanos, resaltó
el presidente iraní y citó como ejemplo los territorios palestinos, donde se destruyen los sembrados y cuya población sufre falta de agua potable.
En este contexto, el mandatario iraní
propuso crear una tecnología eficaz de desalación de agua marina y sustituir
los hidrocarburos por energía alternativa, nuclear, solar y eólica.
Los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos
agroenergéticos de agua potable se convierten en títeres de
las corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta de lo
producido por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo trasnacional
(las corporaciones que controlan el agua potable, el petróleo y los
alimentos) sólo produce para quien está en capacidad de comprar esos productos,
la falta de poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva
su vez a que las corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar
la rentabilidad vendiendo menos pero más caro.
El mundo atraviesa por una
sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la
rentabilidad de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y
comercialización, y sobre los mercados de la especulación financiera de las
materias primas.
De esta manera, a los pulpos que
hegemonizan el control la industrialización y la comercialización de alimentos
y de agua potable, no les interesa preservar las fuentes y el medio
ambiente, sino ganar más produciendo lo mismo con baja de costos de personal e
infraestructura .
En este contexto, se plantean diversos escenarios de guerras futuras por
el control de las fuentes de estos recursos estratégicos esenciales para la
existencia humana.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista
de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
Ver sus trabajos en Google y en IAR Noticias