Nuestra América atraviesa un momento histórico signado por la posibilidad de avanzar hacia una reunificación del territorio. Las patrias chicas -resultado de la balcanización del siglo XIX- hoy intentan, no sin escollos importantes, superar las barreras que los países imperialistas impusieron a lo largo de toda la historia.
“América Latina se encuentra dividida no porque es subdesarrollada sino que es subdesarrollada porque está dividida” (Abelardo Ramos).
Partimos entonces, del supuesto que América Latina constituye una Nación víctima de la mutilación geográfica. Generar las condiciones necesarias para la integración del continente, es sin duda el desafío más importante de nuestro siglo para la búsqueda conjunta de alternativas superadoras de las problemáticas sociales, políticas, económicas y ecológicas.
En la actualidad la reunificación del continente es impulsada por gran parte de los países de la región, entre ellos Ecuador, Bolivia, Venezuela. En este marco, repensar el proceso de independencia del siglo XIX toma una importancia trascendental. Allí se gestaron los primeros proyectos de unificación, basados en la conciencia de la existencia de la patria hispanoamericana.
Dentro de estos proyectos se encuentra el intento de reinstaurar una Monarquía Incaica en América del Sur. En 1816 se declara la intendencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Parece un eufemismo, pero el reemplazo de esta expresión por la de “independencia argentina” esconde una fuerte connotación política e ideológica, que modifica la interpretación del proceso de emancipación de nuestro territorio, desvinculándolo del resto de América Latina.
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